Durante mucho tiempo, Uzbekistán fue uno de esos países que casi nadie mencionaba.
Sabías que existía, sabías que quedaba “por ahí cerca de Rusia y Afganistán”, pero no mucho más.
Y si alguien lo tenía en el radar, era por su algodón, sus exportaciones de gas o su fama de ser uno de los países más cerrados del mundo.
Pero todo cambió en 2016. Literalmente, todo.
🧨 El quiebre: se fue Karimov, llegó el terremoto
Ese año murió Islam Karimov, el presidente que había gobernado el país desde la independencia en 1991.
Durante 25 años, su modelo fue simple: control total del Estado sobre la economía, nada de competencia, tipos de cambio múltiples (una tasa oficial de mentira y un mercado negro donde pasaba todo), y un sistema donde la estabilidad se compraba con represión y aislamiento.
Entonces entró en escena Shavkat Mirziyoyev, y contra todo pronóstico, se propuso desmontar esa herencia soviética... desde adentro.
💣 Primer movimiento: tirar abajo la pared del dólar
En 2017, el gobierno liberó el tipo de cambio, unificando la tasa oficial con el valor real del som.
¿La consecuencia? Una devaluación fuerte, sí. Pero también se acabó el mercado negro y por fin las empresas pudieron operar con divisas libremente.
Ese solo movimiento duplicó el número de empresas uzbekas que empezaron a exportar, según datos oficiales.
🧾 Burocracia, a volar
Después vino la limpieza regulatoria. Entre 2017 y 2022, el gobierno eliminó 114 licencias obligatorias para abrir negocios, simplificó trámites y digitalizó buena parte del sistema.
También redujo el IVA del 20% al 15% y el impuesto social del 25% al 12%, lo que alivió la carga para empresas y trabajadores.
¿Te suena a una receta para startups? Pues sí: eso también pasó. El clima de negocios mejoró tanto que el Banco Mundial reconoció a Uzbekistán como uno de los 20 países con más avances en facilidad para emprender.
🏭 Menos Estado, más mercado
En paralelo, Uzbekistán lanzó un programa de privatización gradual.
El número de empresas estatales bajó de 3.000 a 2.100 entre 2021 y 2022, y firmas como Franklin Templeton fueron llamadas para ayudar a vender activos públicos de manera transparente.
Y no cualquier activo: bancos, empresas de energía, minas de oro. Todo estaba (o está por estar) en proceso de apertura.
🌍 Apertura comercial total
El gobierno también redujo a la mitad los aranceles promedio, eliminó impuestos a la importación en miles de productos, y desmanteló cuotas absurdas de exportación.
¿El resultado?
Entre 2016 y 2022, el comercio exterior de Uzbekistán pasó de $24 mil millones a más de $50 mil millones, y las exportaciones crecieron 40%, diversificándose más allá del oro y el algodón.
⚡ Energía limpia en el desierto
Mirziyoyev no solo miró al comercio: también apostó al futuro.
Uzbekistán, tradicionalmente dependiente del gas, quiere que el 54% de su electricidad sea renovable para 2030.
Y ya tiene resultados: en 2024 se inauguró el parque eólico más grande de Asia Central en Zarafshan (500 MW), además de plantas solares capaces de abastecer a 75.000 hogares.
🚂 ¿El nuevo hub de Asia Central?
Geográficamente, Uzbekistán está en el corazón de Asia Central.
Y por primera vez en décadas, esa ubicación se está convirtiendo en una ventaja.
El país está invirtiendo en carreteras, trenes y corredores logísticos para conectar China, Asia del Sur y Europa.
Quiere ser el eje de la nueva Ruta de la Seda, y ya está atrayendo capital chino, turco y europeo para financiar infraestructura.
📈 ¿Y los resultados? Más que visibles
Todo esto no se quedó en el discurso. Miremos los números:
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😬 ¿Y lo malo?
No todo es color de rosa. El desempleo sigue alto (8.4%), la inflación ronda el 10% y la corrupción todavía persiste en sectores clave.
Pero incluso ahí, hay avances: se transparentaron datos, se profesionalizó el Banco Central, y organismos como el FMI y el Banco Mundial respaldan las reformas.
🌐 El Uzbekistán que viene
El gobierno tiene un plan: que Uzbekistán sea país de ingreso medio-alto para 2030.
Para eso, apuesta a tres cosas:
- Profundizar las reformas.
- Digitalizar la economía.
- Atraer aún más inversión extranjera.
Y lo cierto es que ya no es una fantasía. Uzbekistán dejó de ser invisible. Hoy es uno de los casos reformistas más interesantes del mundo emergente.